Versos y besos

Cuando me acuerdo que no tengo a quien darle
ni estos versos ni estos besos,
el corazón me retumba fuerte llorando por su soledad casi eterna.
Parece que la cura le pasa sonriendo todos los días,
a veces le ofrece un café y aparentemente se alivia;
pero cuando se va,
el corazón se mete en su maleta haciendo berrinche
y regresa acompañado por el rechazo,
quién amablemente lo deja en mi puerta.
Se mete a la casa, más solo que antes,
ignorando el hecho de existir con varias gentes,
pues, aunque están, no están realmente.
Y pobre corazón se sale al parque,
a ver besos, inventando versos
que los enamorados no quieren, por qué les basta el te amo
que cae de golpe y con sorpresa
al oído del que sabe que es amado, pero aun así,
espera impaciente para que se lo confirmen.
Y el corazón, enojado, vuelve a casa despreciado
porque se acuerda
que no tiene a nadie a quien darle versos o besos.

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