Rufino y las ojotas de oro
Datos de publicación (revista completa):
Publicación: Revista Albores Caipell
Año de publicación: 2021
Número | volumen: 2 | 1
Link de visualización: https://www.calameo.com/books/006684502e6f19c523227
Cita: Saravia, L. (2021). Rufino y las ojotas de oro. Revista Albores Caipell, 1(2), 63-64. https://www.calameo.com/books/006684502e6f19c523227
Luis Eduardo Saravia Parione
Solía Rufino caminar de un pueblo a otro, siempre llevando los mandados de su madre ya que él era el hermano mayor de tres. Él hacia las labores de compras saliendo fuera de casa.
Su padre estuvo ausente, sin embargo, ese abandono no lo desanimaba.
Siempre caminaba a donde su madre lo enviaba, acompañado del gran Zipari.
¿Quién era Zipari?, su perro fiel, ya que tenía otros, pero el can siempre lo seguía donde sea sin cansancio.
Una tarde como cualquiera, la madre le dio una lista de muchas cosas que tenía que traer de un pueblo que se encontraba a una distancia más o menos de tres horas a pie. Rufino se preparó para aquella caminata. Cogió su morral de lana de alpaca y su guaraca —era un experto a distancias largas y andaba matando patillos silvestres—. Con su infaltable amigo Zipari enrumbaron con la bendición de su madre camino al pueblo vecino. En su camino se distraía con muchas cosas: frutas en algunos árboles, algunas lagartijas y todo animal que se cruce en su camino. Casi cerca del riachuelo, él necesitaba refrescarse. Así que se detuvo y se mojó toda la cabeza, y al mirar dentro del riachuelo le llamó la atención algo que brillaba por el reflejo del sol. Metió la mano al fondo del riachuelo con la intención de saber qué era y grata fue su sorpresa al querer sacarlo, y fue más el asombro en su rostro al ver un par de ojotas doradas, bellas, de un dorado perfecto. Deslumbrado al observarlas, Rufino no sabía qué hacer, pero algo le decía que debía ponérselas. Era algo raro, no podía evitarlo. Se las puso. Se sintió otro, más fuerte y ágil; y comenzó a caminar contemplándolas. Experimentó la sensación de correr y así lo hizo. Las ojotas le daban una velocidad que él jamás había experimentado. Se veía muy rápido, tanto así que Zipari no lo podía alcanzar. En cuestión de un corto tiempo llegó al pueblo vecino sin cansancio y con mucho asombro.
Su secreto quedará siempre consigo, porque jamás contará a nadie su gran poder. Un sigilo maravilloso: sus ojotas doradas. Y con su perro fiel, Zipari, siempre al lado, recorrerán a lo ancho y a lo largo de las montañas. Ya no será el mismo niño de antes. Será Rufino, el tenaz, veloz de los Andes.
*****

Acerca del autor
Luis Eduardo Saravia Parione. Escritor peruano. Reside en Chorrillos, Lima. Hijo de padres militares. A muy temprana edad le inculcaron el amor a la patria. Estudió la carrera de Administración Hotelera y la especialidad de administrador en Bar, dedicándose a la coctelería hasta la actualidad con 16 años ininterrumpidos.