Provocando el olvido

Datos de publicación (revista completa):

Publicación: Revista Albores Caipell

Año de publicación: 2021

Número | volumen: 1 | 2

Link de visualización: https://www.calameo.com/books/0066845029d8e1d703875

Cita: Herrera, A. (2021). Provocando el olvido. Revista Albores Caipell, 2(1), 84. https://www.calameo.com/books/0066845029d8e1d703875

Andreyna Herrera

Bolivia

Existía un aparato que crearon los científicos. Pensaba que era de ciencia ficción, pero habían hecho la prueba con varias personas, las cuales aseguraban que les daban buenos resultados y se sentían felices.

No importaba el costo, conseguiría de donde sea el monto que me pidieran porque necesitaba estar bien conmigo misma, ya no requería varios recuerdos amargos, puesto que deseaba borrarlos de mi memoria. Las máquinas podían formatear las unidades y dejarlas limpias para nuevos archivos. A ese grado de locura quería llegar: borrar mi base de datos que estaba infectado de diferentes virus, entre ellos el resentimiento.

De muy poca ayuda fueron los sicólogos para superar y buscar la manera de no recordar episodios que me volvían loca. No importaba trabajar doble turno hasta agotarme de cansancio. Debía y tenía que ahorrar para experimentar ese mágico aparato. Estaba muy perturbada que bendecía a todos los creadores de semejante tecnología que provocaban amnesia, —cuántas personas se recuperarían emocionalmente de aquellos hechos ingratos que pasaron—.

Me fui sin decir mi paradero a nadie. No quería que me detengan, porque lo considerarían aberrante la idea que tenía, más que eso era una decisión. Llegué al lugar, pagué y pasé a la sala para saborear un té de limón mientras esperaba a los especialistas y técnicos para mi atención; me hicieron echar en una camilla, colocaron cables con parches en mi cabeza; me pidieron focalizar todos los recuerdos para ir borrándolos uno a uno —era amargo recordar cada momento; las lágrimas no cesaban; el pecho se congestionaba; pero era justo y necesario liberarse de toda esa carga interna que reprimía mis gritos; ya no recordaba los feos rostros de la maldad, ni las desgracias ni las pérdidas; llegué a un momento de plenitud total; ya no había llanto…, sentí paz en mi corazón—; me retiré de ese lugar agradecida no sé de qué.

No recuerdo ni como llegué ahí, pero retorné a mi hogar. Cambié de color mi cuarto, compré ropa nueva de colores, conocí a un buen hombre que me ama y vivimos felices, —y cuando me preguntan de mi infancia o de mi adolescencia, siento como si no hubiera vivido esas etapas; algunos se sorprenden de verme feliz—.

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