La física en I am not a virus

Cita esta entrada así:

Vargas, M. (2025). La física en I am not a virus. Revista Albores Caipell. https://revistaalborescaipell.com/la-fisica-en-i-am-not-a-virus/

Datos de publicación (revista completa):

Publicación: Revista Albores Caipell

Año de publicación: 2021

Número | volumen: 1 | 2

Link de visualización: https://www.calameo.com/books/0066845029d8e1d703875

Cita: Vargas, M. (2021). La física en I am not a virus. Revista Albores Caipell, 2(1), 35-39. https://www.calameo.com/books/0066845029d8e1d703875

Marjaneh Vargas Barajas

Universidad Autónoma de Nuevo León

Resumen: El presente ensayo es un análisis de la cultura visual que engloba la visión occidental de lo asiático y cómo ha influenciado la violencia racial tras la pandemia.

A toda acción corresponde una reacción de la misma fuerza y magnitud, pero en sentido opuesto, al menos eso es lo que estipula la segunda ley de Newton. Esta no es exclusiva al ámbito de la física, sino que también se extiende hasta las relaciones sociales, pero ¿en qué sentido? La vista es un sentido de gran impacto, puesto que todos los seres humanos, nos guste o no, somos superficiales; por lo que esta es la primera fuerza de esta ley. Por otro lado, ¿cuál es la reacción equivalente a la fuerza de la vista? Esta viene a ser la actitud y el comportamiento humano. Los cuales consisten en una compleja percepción hacia la persona que fue vista y tal forma de comprenderla proviene de un sistema de estereotipos que parten de convenciones sociales.

Básicamente, el humano ve al otro, recibe un impacto en ese vistazo y reacciona ante él con la misma fuerza con la que le impactó. Y es aquí donde está el peligro en las relaciones sociales, puesto que la reacción puede canalizarse por medio de la violencia. Lo cual explica todas las formas de violencia superficiales, desde la homofobia hasta la misoginia o el racismo. Pero ¿de quién es la culpa? ¿Del emisor de la primera fuerza o de la reacción por parte del que la recibe?

¿Es culpa de la persona por cómo se ve? ¿Acaso no suena absurdo achacar a alguien por ser mujer, homosexual o tener cierta nacionalidad? Entonces, ¿podríamos suponer que el culpable es el que reacciona? Pero en ese caso, ¿la primera fuerza del impacto de la vista que recibió inicialmente y que en consecuencia determinó su reacción, no sirve en su defensa? Quizás la violencia está determinada por la superficialidad que subyace en la segunda ley de Newton. Entonces, si tal carga de conciencia no es de nadie, ¿será que hay que preguntarnos de qué es la culpa?

El impacto de la visión en un individuo podría estar relacionado con la visión previa que tenía al respecto de aquel al que mira, la cual está conformada por un cúmulo de imágenes presentes en su cultura visual. Por lo tanto, es dicha cultura la burbuja que encierra los estereotipos de la reacción, alimentando a los individuos de imágenes previas para sembrar el prejuicio y generar una dudosa representación de la realidad:

Las imágenes no se definen por ser afines a lo real, sino por crear el «efecto realidad» de Roland Barthes. Las imágenes se representan para convencernos de su verosimilitud, lo cual acepta que la cultura visual sirve para darle sentido a la realidad seleccionando, interpretando, y representando dicha realidad (Mirzoeff, 2003, p. 2).

Un ejemplo de cultura visual es la generada con respecto a la enfermedad. Los médicos han transmitido a la sociedad una visión de aislamiento con respecto a otras personas enfermas para evitar y prevenir contagios. Por eso vemos a los enfermos como seres infecciosos que nos inducen a la reacción de mantener cierta distancia; pero ¿qué pasa cuando el mundo está en medio de una pandemia en la que ya hasta se perdió la cuenta del número de víctimas? La fuerza de la vista aumenta su impacto, borrando a la persona de la imagen de la retina y dejando solo la posible presencia de un virus. Y la reacción de la segunda ley de Newton pega con más fuerza. Lo cual deja como resultado una reacción de distanciamiento extremo y de violencia.

A eso, agrégale la cultura visual occidental con respecto a los rasgos físicos de las personas asiáticas: los ojos occidentales no están aclimatados a ver personas asiáticas. Por tal motivo, les cuesta trabajo diferenciarlas entre ellas. De ahí estereotipos como: todos los asiáticos son iguales, todos los chinos son iguales, o bien todos son chinos (y en cuanto al último: ¿Por qué chinos y no japoneses o coreanos? Bueno, porque es China la potencia económica mundial gracias a sus exportaciones, lo que hace más memorable al adjetivo ‘chino’).

¿Pero qué relevancia tienen dichos estereotipos en la reacción extrema a la persona supuestamente infecciosa en medio de una pandemia? Bueno pongámoslo así: a finales del año 2019 surgió el coronavirus en un mercado de mariscos en la ciudad de Wuhan, China, que pasó lentamente de epidemia a pandemia. La OMS (Organización Mundial de la Salud) se tomó el tiempo para nominarle Covid-19; por lo que hoy es posible recordar cómo, durante los primeros meses, su denominación fue una visión ligada al adjetivo chino: virus chino, virus de China, virus de Wuhan. La cultura visual del virus se redujo a ver este como un símbolo, un representante negativo de China. Esto permitió ver a un país entero junto a su población como un ser infeccioso, con el cual debíamos mantener una reacción extrema de alejamiento y violencia.

Pero eso no fue lo peor, porque la ignorancia de los ojos occidentales traspasó fronteras por su cultura generalizadora para ver los rasgos asiáticos. De pronto, la reacción extrema no solo fue para la población china o de ascendencia china, sino para cualquiera con rasgos asiáticos:

A principios de este año, salió un vídeo en YouTube titulado CORONAVIRUS (la canción) por parte de un usuario llamado Zorman, quien hace una sátira en su letra sobre los ya mencionados estereotipos y el odio extendido hacia lo chino y lo asiático en general:

Soy muy inteligente así que escúchame bien, no compres nada en AliExpress ni en un todo a cien y si te cruzas con un chino no te acerques a él, ni a un coreano o japonés, esos son chinos también (…) La culpa de que se propague la tiene Donald Trump, por no matar a cada chino que habita en Wuhan, no quería ser racista, pido perdón, pero sin chinos por fin podremos ganar al ping pong.

Y quizás lo más irónico del asunto fue cómo Zorman a la semana de haber publicado su canción subió otro vídeo titulado SALGO EN LA TV DE JAPÓN Y ESTA ES MI RESPUESTA, en donde contó que un medio japonés lo entrevistó online y le hizo una serie de preguntas redundantes para revelar su supuesto “racismo”. La idea de que el autor del vídeo fuera racista me pareció absurda. ¿Qué no era obvio que estaba siendo sarcástico y burlón ante los racistas?

Y es que el sarcasmo se puede entender como el noble arte de decir algo en lo que realmente no crees, expresando ese desacuerdo de manera burlesca por medio de las modulaciones de la voz, un gesto o una acción ejecutándose. Se trata de algo que incluso puede ser tomado con humor.

Pareciera que en el vídeo quiso que su voz sonara monótona e inexpresiva. Sin embargo, la letra solía estar en desacuerdo con lo que se mostraba haciendo su personaje: nadie se toma el tiempo de mostrar las banderas de Corea y Japón mientras dice que sus habitantes son lo mismo que los de China, pues si tiene claro que hay diferentes banderas, también tiene claro que hay diferentes nacionalidades; o decir que la gente es tonta y propaga el alarmismo desde un búnker, cuando para estar en un búnker claramente tuvo que haber sensación de alarma por la función del mismo.

Entonces si todo era una crítica y defensa hacia los asiáticos, ¿por qué en Japón muchos se entristecieron e interpretaron una incitación al racismo contra ellos? Zorman expresó que aquello se lo atribuía al choque cultural. El cual es un conflicto entre dos culturas por sus diferencias, el cual genera confusión y malinterpretación de la parte contraria: “Se da por entendido que en algunos casos el emisor y el destinatario discuten el código. Esta nueva condición nos introduce el problema del sentido” (Eco, p. 51).

La cultura visual estereotípica en occidente de los rasgos asiáticos es una de las primeras cosas que acuden a la mente cuando se piensa en lo asiático, y está tan presente en la sociedad al punto de ser parte del lenguaje en las personas que reconocen esta visión como un conjunto de estereotipos. Me refiero a aquellos que en vez de ser racistas admiran a los artistas asiáticos.

En los últimos años, hubo un gran consumismo del género musical coreano k-pop y que uno de los grupos más sonados es BTS, cuyo fandom incluso llega a hacer memes que tocan el tema, haciendo básicamente lo mismo que la letra del vídeo de Zorman. Los fanáticos obviamente saben que sus artistas son coreanos; sin embargo, a veces les dicen de cariño «chinitos», denunciando el estereotipo y satirizando lo absurdo del mismo; además de intentar retratar lo especial del fandom latino, distinguiéndose del coreano. Por lo cual, ocasionalmente, también tocan temas como la economía o el entusiasmo por los llamados idols.

¿Pero qué hay de las víctimas del racismo? Recuerdo cómo durante los primeros meses del 2020, en los canales de noticias, se difundía un movimiento de personas que compartían rasgos asiáticos, donde mostraban sus propias fotografías y sostenían un letrero donde habían escrito con marcador I am not a virus (Yo no soy un virus). Solo imagina el miedo que debió sentir la gente al ver a personas asiáticas, y discriminarlas, agredirlas y despreciarlas como si de virus se tratasen.

Una vez, YouTube me recomendó un vídeo titulado [Coronavirus] ¿Por qué sufren los asiáticos actualmente en otros países? (2020), de un usuario llamado CoreAmigo, donde un chico coreano dramatizó una escena en la que tose mientras caminaba, por lo que las personas a su alrededor se escandalizaron y dicen cosas como: ¡Miren es coronavirus! ¡Aaaaah corran! ¡Aaaaah, mátenlo, maten a este virus! Al final lo matan y este en su lecho de muerte dice: “No soy chino, soy colombiano”.

El vídeo pone en manifiesto la falta de congruencia de nuestros estereotipos raciales. No porque los ojos vean a una persona con rasgos chinos significa que la persona sea china. Podría tener otra nacionalidad, por lo que se llegaría a despreciar a una persona por una nacionalidad que tal vez ni siquiera posea. Si esto ya es absurdo, la situación empeora todavía más. La cuestión es la siguiente: los occidentales tienen problemas para diferenciar rasgos de distintos países asiáticos, por lo que fácilmente se puede discriminar y maltratar a un japonés, coreano o tailandés y nominarlo como chino. Sin embargo, con esto tampoco quiero decir que esté bien tener tal reacción hacia las personas que sí son chinas, solo quiero señalar cómo el odio se extiende por todo un continente mediante un efecto dominó.

Estos medios visuales y audiovisuales son una evidencia de cómo “el arte es un medio para el conocimiento de una cultura” (Danto, 2005, p. 158). Puede que a simple vista sea difícil ver a los memes, a una canción o a un vídeo de humor negro de unos youtubers como arte o incluso fotos de gente con un letrero; sin embargo:

“¿Quién dijo que una obra de arte tenía que haber sido realizada por un artista? En todo caso nada realizado por un artista y menos aún un videoartista, había tenido en el pasado la repercusión social que tuvo la cinta de King” (p. 157).

En otras palabras, lo que importa es la relevancia del contenido acerca de la cultura que transmiten estos medios comunicativos y su impacto: “No quiere que estudiemos sus obras como objetos. Lo que quiere es que sus obras nos ayuden a cambiar nuestras vidas para mejor, que nos tratemos unos a otros con más dignidad” (Danto, p. 191).

Sí, a cada acción corresponde una reacción de la misma fuerza y magnitud, pero, en sentido opuesto, es fácil creer que el fatalismo de la violencia es producto del determinismo y que no se puede hacer nada al respecto. Sin embargo, no creo que la humanidad deba resignarse a los efectos de esa ley, puesto que esta es manipulable como una fórmula de física. Ya que, si la primera fuerza desencadenante es producida por los estereotipos hacia los asiáticos, entonces habrá que ver a tal cultura visual como una variable a reemplazar, puesto que la representación que muestra dista mucho de la realidad: “En palabras de Roland Barthes, «las representaciones son formaciones, pero también deformaciones»” (Wallis, p.13).

La cultura visual occidental hacia los asiáticos debe cambiar, los mensajes de muestras artísticas como la canción de Zorman, los memes, el vídeo de CoreAmigo o las fotografías con carteles de I am not a virus tenían como meta al público occidental, quienes los violentaban. Tal vez la canción de Zorman sufrió una malinterpretación, pero aquello se debe a que tal humor negro no estaba diseñado para la cultura japonesa, sino para la occidental. De modo que, si tales mensajes no nos introducen al problema del sentido, ¿por qué no introducirlos en nuestra nueva cultura visual?

Que la visión previa que tengamos de un asiático no se base en estereotipos generalizadores de sus rasgos, dando lugar a una representación deformada de la realidad. Que sirvan como referente para generar consciencia acerca de que no importa que se tarden demasiado en bautizar a un virus, no hay razón lógica para asociarlo con el gentilicio del país en el que surgió. Ni para convertirlo en un símbolo que sustituya a la persona de nacionalidad china con el virus. Ni mucho menos para actuar con racismo y violencia contra la población china y, consecuentemente, con todos los asiáticos en general.

Después de todo, no todos los asiáticos son iguales, no todos los chinos son iguales, no todos son chinos y nadie deja de ser humano para reducirse a un virus. El día en que se haga un cambio profundo en esta ignorante cultura visual occidental, será el día en el que la primera fuerza de impacto deje de ser tan terrible y corresponda a una reacción de la misma fuerza y magnitud, pero en sentido opuesto a la canalizada a través de la violencia.

Referencias

Compártelo por:
¡Comparte la publicación con el siguiente link!