Eternalia

Si te llamo ¡ven!,
tráeme tu historia,
la geografía que tus pies
marcaron la tierra.

Lento como el otoño
tráeme la aventura
donde sueños, amor,
alegría, sean remos
de nuestros sacrificios;
y es que decir
“te quiero”,
ahora es ir marcando
los impulsos que nuestros
corazones se dan, con miedo,
sí, a que de pronto se rompan
en el siguiente minuto
de dejarnos a solas,
que alguien pase
y entre esas alas que nos muestran:
azul, verde, negra,
perdamos las nuestras.

Hay ángeles que no son ángeles
sino simples sombras de agonía.

Pero el miedo es necesario
para sentir la fuerza
con que los dientes
aprietan la dura saliva.
Sin embargo, ven
como quien no quiere,
suculenta y misteriosa
que en esa transparencia
me estas llamando,
como agua que tarda
porque no quiere matar la sed;
escondida en tu silencio,
dolor que me desgarras
¡ven!

II

Si te llamo,
no vengas nada más
porque mi voz sea alegre
o triste sonoro,
porque no te estoy llamando.

Si vienes,
ven, pero contigo
la fuerza con que tú misma me llamas.
Si vienes es porque nos llamamos
al mismo tiempo:
mientras tú subes
yo bajo, y allí
donde la tierra y el cielo
tienen húmedos los labios;
allí, junto a esa red azul,
seremos besos, entonces.

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